El British Museum ocultó a las autoridades españolas que había comprado incunables de la Seo

Informes internos confidenciales revelan que temía perder cinco volúmenes adquiridos pocos años antes

imagen del interior de la British Library

El caso de los libros de la Seo fue uno de los mayores escándalos de robo de patrimonio cultural en España en el siglo XX. La Biblioteca Pública del Monasterio de la Seo de Urgel, en Cataluña, fue desvalijada en 1961 y se sustrajeron más de 300 manuscritos y libros incunables de gran valor histórico y artístico. Muchos de estos libros acabaron en manos de coleccionistas y libreros de todo el mundo.

La implicación del British Museum y la British Library en el caso fue objeto de controversia durante décadas. A pesar de que el museo compró algunos de los libros robados con la creencia de que su origen era legítimo, no informó a las autoridades españolas de su adquisición. Según los informes desclasificados a los que tuvo acceso John Paul Floyd, el British Museum retuvo información importante sobre los libros que había adquirido, en lugar de colaborar con las autoridades españolas para recuperar el patrimonio robado.

El caso de los libros de la Seo llevó a la creación de una legislación específica en España para proteger el patrimonio cultural y prevenir su expolio. También provocó una mayor colaboración entre los países para la recuperación de bienes culturales robados y el establecimiento de un mercado legal y transparente para el comercio de obras de arte y objetos históricos.

El informe de Painter sugiere que los libros adquiridos por el British Museum eran sospechosos de haber sido robados de la biblioteca de la catedral de Zaragoza y que podrían haber sido vendidos por el marchante Ferraioli. Además, el informe indica que el British Museum tenía información sobre el origen de los libros que no compartió con las autoridades españolas, a pesar de haber prometido ayuda en la investigación. Estos hallazgos ponen en cuestión la ética y la responsabilidad del British Museum en el manejo de patrimonio cultural ajeno y en la colaboración con las autoridades pertinentes.

En su informe, Painter detalla que el Museo Británico pagó 2.343 libras y 18 chelines por los cinco libros sospechosos de ser robados de la biblioteca de la Seo de Zaragoza. Además, señala que los libros fueron adquiridos a través de los libreros Davis y Witten, y que el origen de los mismos fue presentado como «legítimo» por los vendedores.

No obstante, Painter también expresa dudas sobre la autenticidad de la procedencia de los libros y señala que no hay señales que indiquen que hayan pertenecido a la catedral de Zaragoza o a cualquier otra biblioteca institucional. Asimismo, destaca algunas incongruencias en las medidas de los libros del Museo en comparación con las que figuran en la lista enviada desde Zaragoza.

En definitiva, el informe de Painter sugiere que el Museo Británico podría haber adquirido libros robados de la biblioteca de la Seo de Zaragoza sin saberlo, pero también plantea la posibilidad de que los libros hayan llegado al Museo de manera legítima a través de intermediarios que ignoraban su origen ilícito.

El informe confidencial concluye con la recomendación de no revelar la existencia de los libros ni su posible origen y de responder que no ha sido posible identificar ninguno de los incunables desaparecidos de la biblioteca de la catedral de Zaragoza si se les consulta al respecto. De esta forma, el museo evitaría perder tanto los libros como el dinero invertido en ellos sin esperanza de recibir compensación alguna, y la Iglesia no podría probar que los libros son de su propiedad ya que no hay evidencia directa de que en algún tiempo le pertenecieran. La recomendación es compartida por el Sr. Nixon, según el informe.

La carta que recibió el agregado cultural de la Embajada Española en Londres fue la siguiente:

El informe confidencial elaborado por el experto en libros antiguos, Thomas Helling Painter, concluye que los incunables adquiridos por el Museo Británico en 1970 proceden probablemente de la biblioteca de la catedral de Zaragoza, que habría sufrido una pérdida significativa de obras durante la Guerra Civil española. Sin embargo, el informe recomienda no devolver los libros, ya que no hay evidencias concluyentes que demuestren su propiedad y hacerlo podría conllevar la pérdida de la colección y el dinero invertido en ella. En cambio, sugiere que el museo no revele la existencia de los incunables y simplemente informe a las autoridades españolas que no ha sido posible identificar ninguno de los libros desaparecidos en su colección. El informe fue presentado al director del Museo Británico con el respaldo de su superior, quien también subrayó que cualquier aceptación de que podrían haber adquirido algunos libros procedentes de Zaragoza sólo generaría sospechas y críticas por parte de la prensa española.

«Mi querido De Salas: Acabo de recibir un informe de nuestro Departamento de Libros Impresos sobre los incunables que faltan en la Biblioteca de la Catedral de Zaragoza que complementa las observaciones que ya le envié de nuestro Departamento de Manuscritos. Me temo que al Departamento de Libros Impresos le resulta difícil, a partir de los asientos del catálogo, que están basados en fichas realizadas en 1937/38, identificar ediciones sin impresor y lugar o fecha de impresión, y menos aún identificar ejemplares individuales a partir de la información facilitada. Del mismo modo, sería imposible para la Biblioteca de la Catedral identificar alguno de sus libros a partir de las descripciones del catálogo. Por lo tanto, no hemos podido identificar como procedentes de la Biblioteca de la Catedral ningún libro que haya pasado bajo nuestro conocimiento durante los últimos años. No obstante, como hemos visto el catálogo, le trasladaremos cualquier información que podamos tener en el futuro. Muy atentamente, Sir Frank Francis».

En su libro, John Paul Floyd desmenuza cuánto de mentira, ocultación y media verdad hay en estas palabras. En los meses siguientes, el museo británico calló lo que sabía tanto a las autoridades españolas como a los investigadores de Scotland Yard. El 28 de mayo de 1962 el embajador de España insistió ante el director del British Museum. Y la respuesta, un mes más tarde, tuvo un tono gélido, en comparación con las cartas anteriores: «Estoy seguro de que Su Excelencia comprenderá que es el primer deber del Museo Británico preservar el material de sus colecciones en beneficio de la nación, y no renunciar a su derecho a todo lo que forme parte de esas colecciones». A partir de ese momento las reclamaciones desde España se fueron amortiguando hasta cesar por completo.

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